28 mar 2011

....

Te imagino llegar, llenando el espacio junto a mí.
Miro solita el horizonte, mientras confirmo esa certeza escurridiza
de que todo será caminata eterna.
Te sueño, mientras me enamoro de los recovecos de un deseo más.
Frente al espejo, me veo,
hermosa expresión tranquila.
Camino junto a la música que comienza a desplegarse,
Se que estás allí al final del camino que recién ha comenzado…
Imagino una y mil veces las facetas del amor,
Pero no logro explicarlas, no logró más que entregarme,
a la dulce ausencia, momento previo del encuentro,
con la irracionalidad más real que pudiese imaginar.

25 mar 2011

Rituales

Pequeños rituales,
tibiezas, como transportes mágicos
a la calma.

Como respirar aire del más puro,
como soñar el encuentro mítico
con el horizonte,
como desplegar las alas, y sobrevolar al fin el cielo inmenso...
así va el corazón construyendo,
instantes mágicos, fugaces,
impregnándolos en la memoria.

Y cada vez que pienso en el
tiempo, menos lo creo...


Yo desmenuzo tu recuerdo e imagino
las interminables facetas, de una historia más, que como arena,
se escapa entre las líneas de nuestras manos,
llenas de vida....

17 mar 2011

Ven, olvidemos que el tiempo existe.
Mi ficción sana mi amor, no me contamines de realidad.
Ven olvidemos el compás que marca los pasos,
Ven, nos olvidemos de olvidar, comencemos a recordar.

Luz, calma, no recuerdes la nostalgia,
Transita tus ganas, sin anhelar nada…que el tiempo pasa, sin darte cuenta siquiera.

No calles tus ganas.
Improvisemos un poco más, eso que inventamos ayer.
Déjate ya fundamentos reales,
Mi verdadera realidad solo existe en mis ojos,
Ven mi amor, podemos volar, para evitar los límites de esta distancia impuesta.

13 mar 2011

Encuentros

¿Cómo se desliza tu fragilidad?,
¿Cuándo has empezado a amar el tiempo sin tiempo?
Llueve una y mil veces,
Un amanecer más, en el que… solito el destino se posa frente a ti…
Y sin darte cuenta, el juego caprichoso, te lleva a ese instante,
Que nadie podrá  retratar, más que sus ojos,
Entregados al diálogo melodioso de tu voz y sus ojos,
Que con una lágrima emocionada, recorriendo su rostro,
Te reciben en su alma, se entrega y por un instante,
El muro cae, la música se apodera de sus sentimientos, y
Ya no hay distancia, solo encuentro.
Se teje, el primer momento, sublime, de armonía,
Entre dos almas, deseosas por perdonar y caminar, a la par,
Una vez más, envueltas de amor.

1 mar 2011

CALIDOSCOPIO

Despertó de un sueño profundo, que como siempre le dejaba esa sensación en la piel de una certeza milagrosa del inconsciente liberado y entregado a la creatividad de la somnolencia. Con tranquilidad abrió sus ojos para saludar al sol que se filtraba por su ventana, se levantó y, como siempre, se entrego a la música de la mañana que lo llevaba, inevitablemente, a esos mates cargados de abstracción bohemia.
Mirando por el huequito de su ventana buscó el cielo que se escabullía entre los edificios de una ciudad demasiado grande. Contempló su hermosura y humildad.
Era sencillo para Salvador burlar la monotonía del mundo, siempre que la música lo acompañara. Ese día salió de casa un poco más temprano de lo normal, y comenzó a caminar por las calles de la ciudad, que siempre le regalaban una que otra inspiración.
Una vez más esas calles anchas y ruidosas, le hacían cuestionarse el valor de tanto avance, de tanta velocidad; dañinos sin duda para la sensibilidad humana.
Siempre, mientras vagaba sin rumbo preciso, se detenía en los rostros de la gente –más de la cuenta- mientras ofrecía una que otra sonrisa o una mirada directa a los ojos, a algún caminante desprevenido; acciones siempre seguidas de reacciones diversas: sonrisas, incomodidad, miradas esquivas, ternura.
Salvador creía en la posibilidad de desamarrar la conciencia y liberar así, el inconsciente creativo, ese niño que todos llevan dentro. Pero aún no encontraba el método para transmitir esa sensación a la gente.
Ese día en el que todo comenzaba más temprano para él se sorprendió más que nunca de ese destino revoltoso que se reconfigura caprichosamente.
Sentado en una plaza de la ciudad, se encontraba entregado a la meditación  cuando, de repente, la voz de una anciana lo devolvió al estado de conciencia alerta:
-Hijo, ¿te molestaría si me siento aquí contigo?
Salvador, disfrutaba del diálogo espontáneo y auténtico que surgía de los encuentros imprevistos. No lo dudo ni un instante.
-          Por supuesto señora, mi nombre es Salvador, sería un placer compartir con usted este momento.
La señora se sentó con dificultad junto al muchacho, pero sin perder la sonrisa y la calidez de su rostro.
-          Gracias hijo, mi nombre es Rosa. Pasaba por aquí y te vi ahí solito, con esa expresión tan auténtica en el rostro… es decir… hace tiempo que no encuentro gente dentro de esta ciudad que transite contemplando el entorno y meditando…
-          Rosa, hermosa mujer, me recuerdas a mi madre y me llenas de felicidad ¿te gustaría compartir unos mates conmigo?
-          Claro que si niño, con gusto.
Rosa y Salvador, compartieron los primeros mates en silencio absoluto, pero no de esos que denotan ausencia, sino comunión y entendimiento. Ella tendría unos setenta años, él era apenas un joven de veinte, así mismo parecía no existir barrera “temporal” entre ambos.
-          ¿Sabes? –interrumpió la meditación Salvador- a veces creo que el mundo podría definirse como múltiples flashes fotográficos.
Rosa compartiéndole una mirada de asombro sin disimulo, le dijo:
-          ¿Cómo sería eso niño?, explícame me resulta sumamente interesante tu planteo.
-          Claro –dijo el joven dirigiéndole una mirada cálida- pensaba hace un instante, al contemplar la ciudad, que mientras uno transita la vida, detiene su mirada sobre múltiples paisajes, personas y situaciones, que impregnan en su pupila desde perspectivas y sensibilidades propias. Es como si nos encapricháramos con la fijación de las situaciones relevantes, para crecer de la experiencia.
La señora con una tranquilidad inexplicable y una lágrima recorriendo su mejilla, meditó un instante:
-          Yo que he vivido mucho ya, te digo que es sorprendente lo que la contemplación enseña. Posar la mirada sobre alguna imagen, analizarla y plasmar en la memoria un significado es maravilloso. Ahora, duele no poder retener con claridad todos los negativos de la vida. De igual modo es buen ejercicio hurgar en la experiencia fotográfica sensible para no olvidar que y quienes nos condujeron al punto de este presente cada vez más vertiginoso.
-          ¿Crees que es posible transmitirle a la gente este momento de paz?
-          Creo que la gente ansía tanto la paz y ha olvidado tanto la meditación que vive en la guerra.
-           ¿Cómo sería eso? Ahora soy yo quien quiere escucharte.
-          Mira hijo, yo creo que las cosas no van bien, porque la gente vive en guerra consigo misma. Es decir, no se escuchan, se han alejado tanto de su centro en el afán por sobrevivir en este mundo, que olvidaron la riqueza de la realidad, esa realidad maleable por nuestra visión y sensibilidad; cada uno tiene la posibilidad de posarse sobre la perspectiva que quiera y de ahí enfocar de diferentes maneras un mismo recorte, y de ahí al infinito. Ahí está la riqueza del ambiente.
Salvador no disimulaba su fascinación. Ambos guardaron silencio una vez más, los ojos de la anciana se perdieron en el horizonte. El joven con voz suave la condujo nuevamente al diálogo.
-Creo que el problema de hoy es la confusión de los significados. Hoy se entiende por libertad la posesión de cosas, no importa que, uno es libre si puede tener, se preocupan tanto por eso, que terminan olvidando que, la verdadera libertad se construye y se logra hacía adentro. Las privaciones, los límites, los miedos, todo absolutamente todo, ha sido interiorizado. Descubrir el esquema interno es muy complicado, y … más aún es enfrentarse a lo que uno es y lo que pretende ser, una vez detectado el interior.
-La gen se ha acostumbrado – interrumpió Rosa dirigiéndole una mirada comprensiva al joven- Eso es lo que enseña el mundo –prosiguió la anciana mientras envolvía las manos de Salvador en las suyas- El mundo al fin y al cabo ha avanzado en tecnologías y conocimientos absurdos. Hemos llegado a retrotraernos a un único instinto, quizás el más antiguo, el de supervivencia, el ritmo vertiginoso hace creer que es la única salida. Esto nos ha llevado a ir dejando a un costado nuestra sensibilidad y bohemia, esperando como niñas inquietas en un rincón.
El humano hoy le teme al progreso, teme no llegar… y mientras tanto, deja su vida correr, tras una ambición que le es ajena, un compás artificial y un rol en un teatro de comedia absurda.
Estas últimas palabras, Rosa las pronunció con una voz quebradiza, transmitiendo una sensación confusa de bronca y dolor.  Salvador la tomo entre sus brazos, intentando darle consuelo.  A su alrededor  el ritual de la ciudad continuaba: una niño jugaba en la plaza, repleta de gente que iba y venía sin detener ni un instante la mirada; autos transitaban con furia las calles atestadas de ruido. Nadie se miraba a los ojos.
El diálogo del muchacho y la señora, eran uno más del teatro y sin embargo era único, aunque la calesita del circo no entendiera la melodía. Rosa y Salvador, en silencio, dirigieron sus miradas al entorno: ciudad imponente que todo dices, que tanto callas. Luego, se refugiaron nuevamente en su diálogo.
-Rosa, ¿crees que aún se puede sembrar la paz?
La mujer lo miro, con los ojos llenos de felicidad, como quien amarra una certeza en el corazón:
-Hace cuarenta años atrás transitaba esta plaza, soñando con crecer y que el cielo me devolviera la esperanza una y otra vez. Ayer estaba en casa preguntándome si era posible, mirándote a ti, creo que… tal vez… este mundo se esta preparando poco a poco para la paz.
Se abrazaron y retomaron su camino. Rosa camino feliz de regreso a casa, sosteniendo firmemente, que los procesos seguían ahí, el mundo estaba esperando el momento. Salvador, por su parte, se sentía más fuerte que nunca, en este día en que todo había comenzado más temprano de lo habitual, el destino le regalo la certeza de que su convicción y su pensamiento, lo acompañarían siempre.
El sol comenzó su despedida, marcando el fin de un día más, entregándole a la luna esa ciudad que solo de noche guardaba silencio, para escuchar. En la brisa de ese atardecer de primavera, volaba la certeza de la conexión infinita del destino.