Ayer me despertó el frío helado de la madrugada
y una vez más los ojos se llenaron de preguntas…
Sin saber si quiera dónde comenzó el firulete que llevó
el viento desde la mejilla al corazón,
me quedé sentada compartiendo la almohada,
con esas tristezas que no se saben muy bien de dónde llegan,
ni a donde van.
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